Comentario
El camino hacia el lujo al que durante el siglo XVII se orientó la Corte francesa, y especialmente durante el reinado de Luis XIV, lógicamente hubo de tener su reflejo en la orfebrería.En 1608, Enrique IV determinó la protección de los orfebres mediante una concesión de alojamiento en el Louvre, pero son escasos los objetos que de aquel momento nos han llegado, y en los que aún se aprecia una fuerte ligazón con las formas renacentistas.Durante el reinado de Luis XIII y Ana de Austria se hizo notar una atracción hacia los objetos de orfebrería española e italiana a la que no era ajeno el origen de la reina y del cardenal Mazarino. Como ejemplo más significativo de este momento está sin duda alguna el cofrecillo de la reina Ana de Austria, de hacia 1640, conservado en el Louvre y realizado en oro repujado con motivos de tipo vegetal.El lujo de la Corte de Luis XIV irradió a la alta sociedad, de lo que fue un buen testimonio la multitud de joyas que engalanaron los vestidos y, aunque algo extremo, el caso de Nicolas Fouquet con su gran fiesta en agosto de 1661 en Vaux-le-Vicomte, donde utilizó vajillas de plata para los invitados e incluso una de oro macizo para el servicio del rey. Casos no tan exagerados como éste acabaron por hacer que en 1672 se decretara el "Traité de la Police" por el que se delimitó la producción de plata. Sin embargo, Versalles contaba con lujosísimos muebles de plata maciza, especialmente en la Galería de los Espejos, los cuales fueron fundidos en 1689 cuando comenzaron las penurias tras los problemas por la guerra del Palatinado.Entre los orfebres que trabajaron para Luis XIV cabría citar a Claude II Balin, autor de buena parte del mobiliario de plata del rey y que conocemos por los dibujos mandados hacer por el monarca antes de la destrucción de 1689.La decoración de los interiores de los palacios muchas veces se completó con objetos de vidrio, material de gran valor ornamental, tanto para objetos de mero adorno como funcionales.El trabajo del vidrio tuvo durante este siglo una clara influencia italiana, especialmente veneciana. Ya Enrique IV concedió en su día títulos nobiliarios a vidrieros franceses e italianos para fomentar su producción, en la que debían imitar las características del vidrió veneciano. En este sentido, en 1584 los hermanos Vicenzo y Giacomo Saroldo, procedentes de Altare, fundaron una fábrica que, a mediados del siglo XVII, fue comprada por Giacomo Castellano, quien la dirigió con su sobrino Bernardo Perroto, que afrancesó su apellido en Perrot; éste por su parte abrió en 1662 un nuevo taller en Orleans y tuvo en sus manos el monopolio de la producción en la zona del Loira, siendo destacada su invención de la técnica colada para la fabricación de espejos.En París actuó Jean Maréchal, en Rouen François Garsonnet y en Nantes varias familias italianas que formaron un importante núcleo de fabricación de vidrio en esta ciudad bretona.En la capital fundó Colbert en 1665, bajo la dirección de Du Noyer, la Manufacture Royale des Glaces que se estableció en el Faubourg Saint-Antoine, en donde permaneció hasta 1846 en que fue trasladada a Saint-Gobain (Aisne). Esta industria fue la proveedora fundamental de los espejos y objetos de vidrio de la Corona.Cabe citar también entre los vidrieros del siglo XVII que actuaron en Francia a Nacerà Mazzolá, que, procedente de Muráno, produjo un tipo de vidrio que imitaba las porcelanas chinas, tan del gusto del momento y cuya técnica todavía era desconocida en Occidente.Por otra parte, en esta época aún se hicieron vidrieras de colores para algunas iglesias, a pesar de la decadencia en que había caído este arte desde los gloriosos días del gótico. En este sentido destacan las de las ventanas altas del coro de la parisina iglesia de Saint-Eustache, hechas en 1631 con cartones de Philippe de Champaigne y en las que el santo titular de la iglesia aparece rodeado por los Padres de la Iglesia y los Apóstoles. Igualmente para el osario de la iglesia de Saint-Etienne-du-Mont de París se hicieron entre 1610 y 1622 unas bellas vidrieras.